miércoles, 7 de marzo de 2012


El Enterrador.
-Oye, joven, ¿me ayudas con las bolsas? Es que estoy demasiado mayor y no puedo con ellas.-
Así comienza esta historia. La señora Gonzales, pedía ayuda a su vecino de en frente, Mark, un chico de lo mas encantador y generoso. Un buen día, Mark salió a comprar pan y por el camino se encontró a un hombre que aparcaba  un coche fúnebre. Era el nuevo enterrador de la pequeña ciudad, alto, fuerte, con una mirada penetrante, pero parecía muy simpático a pesar de todo.  Todo ese día, Mark se lo paso de miedo jugando con sus amigos, hasta que llegó ese hombre tan extraño. Se acercó y dijo con su voz tan grave:
-¿Qué hacen unos niños como ustedes jugando hasta tan tarde en la calle?- Todos se quedaron callados, sin saber lo que responder, con miedo. Él dijo:
-No se asusten, solo era una broma.- Y comenzó a reírse de manera escandalosa. Todos se miraron y rieron. -Ya nos vemos chavales, cuídense.- Como había observado Mark anteriormente, si era bastante simpático. El problema comenzó el mes siguiente, cuando a la ciudad llegó otro hombre, amigo del enterrador, pero no era igual de bueno. Se rumoreaba que ese hombre huía de la policía, porque había asesinado a varias personas los meses pasados.
-Por favor, amigo, ayúdame una vez más.- Le decía al enterrador. –A ver, que quieres que haga, eso si, ten claro que será la ultima vez, no querré volver a verte.- Dijo el enterrador con un tono alterado. –De acuerdo.- respondió éste. - ¿Cuál es el puñetero favor?-
-Necesito desaparecer tío, por eso me gustaría fingir que he muerto, me entierran y luego tú me sacas de nuevo, es un plan perfecto.-
-De locos, querrás decir.-

A pesar del enfado del enterrador, decidió ayudarle. A los días, todo estaba preparado. Dijeron  que se había suicidado porque prefería morir a ser capturado por la policía. El enterrador, pidió a un amigo de confianza que lo enterrara por él, que tenía unas cosas que hacer, que después lo desenterraba. Pasaron un par de horas antes del entierro, mientras llegaba El Asesino. (Así lo llamaban). Mas tarde, una vez ya bajo tierra, El Asesino, estuvo esperando durante varias horas y el enterrador no aparecía. El oxígeno se agotaba, encendió un mechero bajo muchísima decesperación y al mirar a su lado, vió que lo habían enterrado con alguien, que, para su sorpresa, era el enterrador. Nadie supo como acabaron los dos en la misma tumba, pero así fue. La teoría mas cercana dice que se enteraron de que el enterrador era cómplice y lo mataron pero no hay ninguna prueba concluyente. Este fue el trágico final para ambos, El Asesino murió asfixiado poco a poco al lado del enterrador.

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